EXTRACTOS DEL SÉPTIMO LIBRO DE "LA METAMORFOSIS O EL ASNO DE ORO" DE LUCIO APULEYO.
Septimo libro
Argumento
La historia de Luciano escribió en un libro, Apuleyo la repitió en muchos, contando largamente cada cosa por sí, por que no pareciese que era intérprete de obra ajena, sino hacedor de historia nueva, y por que en la variedad de las cosas que suele ser muy agradable prendiese, halagase y deleitase a los lectores sin darles enojo. Así que ahora cuenta cómo de mañana uno de aquellos ladrones vino de fuera y contaba a los otros en qué manera culpaban a Apuleyo y le imputaban el robo y destrucción que se había hecho en la casa de Milón, y que a ninguno de los ladrones culpaban de tan gran crimen, salvo sólo a Apuleyo, que era capitán y autor de toda esta traición, porque nunca más había parecido: lo cual, oyendo Apuleyo, que esta hecho asno, gemía entre sí, quejándose amargamente que era tenido por culpado no siéndolo, y por traidor siendo bueno, y que no podía defender su causa. Entreteje algunas fábulas muy graciosas y la maldad de un mozo que traía leña con él, y otros engaños de mujeres.
Capítulo I
Que trata cómo viniendo un ladrón de la compañía de la ciudad de Hipata, cuenta a los compañeros la seguridad que de sus hechos ha espiado por allá, y cómo oyó en la casa de Milón que toda la culpa del robo echaban a Lucio Apuleyo, y cómo fue rebibido un afamado ladrón en la compañía.
"...además de esto, me veía en el pensamiento que los varones de la antigua doctrina, no sin causa, fingían y pronunciaban ser la fortuna ciega y sin ojos, la cual siempre daba sus riquezas a hombres malos y que no las merecían, y nunca escogía a alguno de los hombres por juicio y justo, antes, conversaba principalmente con tales personas de las cuales debía huir si de lejos las viese...."
"Finalmente, que el emperador no quiso que hubiese colegio ni compañía del ladrón de Hemo, y luego se deshizo y perdió, porque todo lo puede la voluntad de un gran príncipe. Así que, hecha pesquisa contra nosotros, toda la compañía de los caballeros y pendones de aquella hueste fue muerta y destruída; yo solo, en gran pena y fatiga, me hurté entre los otros y escapé de la boca del infierno en esta manera: Vestido con una ropa de mujer, y tocada una toca en la cabeza, calzados los pies con servillas de mujer blancas y delgadas, así escondido debajo de este hábito de mujer, cabalgando encima de un asnillo..."
"...todos conformes y de un voto le hicieron su capitán, y le vistieron luego una vestidura de seda, como convenía a tal capitán, quitándole primero el sayo roto, aunque rico, que traía."
Capítulo II
Cómo aquel mancebo recibido en la compañía por Hemo, afamado ladrón, fue descubierto ser Lepolemo, esposo de la doncella, el cual la libertó con su buena industria y llevó a su tierra.
"...que aún yo tengo conocido, días ha, algunos rufianes, de los cuales uno podría, según yo pienso, comprar esta moza con grandes talentos de oro, para ponerla al partido, como ella merece, y aun de semejante huida que está, cuando ella hubiere servido en el burdel, no os dará poca venganza".
"De esta manera, partido de allí, los otros encendieron un gran fuego e hicieron un altar al dios Marte de céspedes verde. A poco rato tornó aquél, y los otros traían ciertos odres llenos de vino, y una manada de ganado delante, de donde tomaron un cabrón grande y escogido, de muchos años, con las guedejas alzadas, el cual sacrificaron al dios Marte, su compañero, a quien ellos seguían..."
"Entre esto, algunas veces, fingiendo que iba por las cosas necesarias para la mesa, entraba donde estaba la moza y traíale algunas cosas de comer que escondidamente tomaba de la mesa, y alegre le traía asimismo alguna taza de vino, de la cual él gustaba primero y ella lo recibía de buena gana; y alguna vez que él la quería besar ella lo consentía, recibiéndole con la boca abierta...."
Capítulo III
Cómo, celebradas las bodas de la doncella, se pensó con gran consejo qué premio se daría a Lucio, asno, en recompensa de su libertad; donde cuenta grandes trabajos que padeció.
"Desde allí, la dueña, que ya era casada, me buscaba a mí y me nombraba como su guardador, que le había librado de tanto peligro, y ese mismo día de las bodas me mandó henchir el pesebre de cebada y poner heno tan abundantemente que bastara para un camello".
"Pero aún aquí la alegre esperanza procedió a fin y salida mortal, porque los garañones, como estaban hartos y gruesos y muy terribles, por haber muchos días que andaban a pasto, eran cierto mucho más fuertes que ningún asno, y temiéndose de mí, guardando que no hiciese adulterio monstruoso con sus amigas, no guardando la amistad que Júpiter mandó tener con sus huéspedes, comenzaron a perseguir su ira con mucha furia y odio[...] Así lo había yo leído en la historia del gran rey de Tracia, que daba a sus caballos los mezquinos de los huéspedes, que acogía para despedazarlos y comerlos. Tanto era aquel tirano escaso de cebada, que con abundancia de cuerpos humanos ensuciaba la hambre de sus rabiosos caballos."
"Este mal rapaz pensó e hizo una travesura de esta manera: tomó un manojo de zarzas, con las espinas muy agudas y venenosas, las cuales, atadas, colgó y puso debajo de mi cola para atormentarme; de manera que, como yo comenzase a andar, conmovidas e incitadas me llegaban con sus púas y mortales aguijones".
Capítulo IV
En el cual Lucio cuenta grandes trabajos que padeció por causa de venir a poder y manos de un rapaz que en extremo le fatigó, hasta que una osa le despedazó en el monte.
"...como ve por ese camino algún caminante, ahora sea mujer vieja, ahora moza doncella para casar, o muchacho de tierna edad, luego lanzada la carga en el suelo, y aun algunas veces la albarda y cuanto trae encima, con mucha furia corre como enamorado de personas humanas, y lanzados por aquel suelo prueba de hacer con ellos lo que es contra natura, y aún muérdelos con su boca sucia, que parece que los quiere besar; lo cual nos es causa de muchos litigios y cuestiones, y aun quizá algún día nos traerá mayor daño".
"Grande mal es que matemos de esta manera un asno tan hermoso como éste, y que por lujuria o amores él sea acusado y carezcamos de su obra y servicio tan necesario; cuanto más que quitándole los compañones nunca más será celoso ni se alzará para hacer mala cosa, a nosotros quitaremos de peligro y él se hará muy más hermoso y grueso".
"Entonces, quejándose que tan presto había cansado, arremetió al fuego y tomó un tizón ardiendo, y lanzómele en medio de estas ingles, que me quemó, hasta que ya no me restaba sino sólo un remedio, en que me esforzaba, que solté un chisquete de líquido, que le ensucié toda la cara de líquido. Finalmente, que con aquella ceguedad y hedor se apartó tanta pena y destrucción de mí, que, si no, perecía yo, asnal Meleagro, quemado por aquella Altea".
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