viernes, 8 de noviembre de 2013

EXTRACTOS DEL CUARTO LIBRO DE "LA METAMORFOSIS O EL ASNO DE ORO" DE LUCIO APULEYO.

EXTRACTOS DEL CUARTO LIBRO DE "LA METAMORFOSIS O EL ASNO DE ORO" DE LUCIO APULEYO.



Cuarto libro

Argumento

Apuleyo, tornado asno, cuenta elocuentemente las fatigas y trabajos que padeció en su luenga peregrinación, andando en forma de asno y reteniendo el sentido de hombre: entromete a su tiempo diversos casos de los ladrones. Asimismo escribe de un ladrón que se metió en un cuero de osa para ciertas fiestas que se habían de hacer, y de industria inserta una fábula de Psiches, la cual está llena de doctrina y deleite.

Capítulo I

En el cual Lucio Apuleyo cuenta por extenso lo que pasaron los ladrones y bestias desde la ciudad de Hipata, por el camino, hasta llegar a la cueva de su aposento, y su propio trabajo y acontecimentos.

"Con tales desdichas, fatigado ya y desesperado de mi remedio, quería de mi voluntad propia comer de la ponzoña de aquellas rosas; pero como con mala gana y alguna tardanza quisiera llegar a morder de aquellas rosas, un mancebo, que me pareció debía de ser el hortelano del huerto donde yo había destruido y comido las coles, como vio haberle hecho tanto daño, arrebató un gran palo, y con mucho enojo fue hacia mí, y diome tantos palos, que casi me pusiera en peligro de muerte si yo discretamente no buscara algún remedio; el cual fue que alcé mis ancas y los pies en alto y sacudile muy bien de coces..."

Capítulo II

En el cual Lucio Apuleyo describe elegantemente aquella deleitosa montaña donde los ladrones tenían su cueva; donde, llegados, puestas a recaudo las riquezas que llevaban, y refrescados del trabajo, se sentaron a comer, y venida otra compañía de ladrones de la compañía, cuentan cómo perdieron dos capitanes suyos en la ciudad de Beocia.

"Casi como llegamos a Tebas, ciudad de Beocia, que es principal para el trato de esta nuestra arte, andando con diligencia buscando lo que habíamos de robar entre los populares, no se nos puedo esconder Criseros, un cambiador muy rico y señor de gran dinero, el cual, por miedo de los tributos y pechos de la ciudad, con grandes artes disimulaba y encubría gran riqueza".

Capítulo III

En el cual uno de aquellos ladrones, prosiguiendo en sus cuentos, relata que pasados de Beocia a la provincia de Tebas, en un lugar llamado Plateas, robarón un varón llamado Democares, con una graciosa industria, vistiéndose el uno de los compañeros de un cuero de una loba.

"..un hombre que moraba allí, llamado Democares, el cual celebraba grandes fiestas al pueblo, porque él era principal de la ciudad, hombre muy rico y liberal [...]Los unos eran jugadores de esgrima afanados de sus manos; otros, cazadores muy ligeros para correr; en otra parte había hombres condenados a muerte, que los engordaba para que los comiesen las bestias bravas. Había asimismo torres hechas de madera, a la manera de unas casas movedizas, que se traen de una parte a otra, las cuales eran muy bien pintadas, para acogerse a ellas cuando corrían toros u otras bestias en el teatro. Además de esto, ¡cuántas maneras de bestias había allí y cuán fieras y valientes! Tanto era su estudio de hacer magníficamente aquellos juegos, que buscaban hombres de linaje que fuesen condenados a muerte, para que ellos peleasen con las bestias".

Capítulo IV

Cómo, saliendo los ladrones a robar, volvieron súbitamente trayendo una doncella robada a sus padres; la cual llora con mucha ansia la ausencia de un su esposo, con quien estaban suntuosamente aparejadas las bodas.

"...la mezquinilla venía llorando y también mesando sus cabellos, rasgando las tocas...."

"En esta manera se estorbaron mis bodas, como las de Atides y Protesilao".

Capítulo V

En el cual la vieja madre de los ladrones, conmovida de piedad de las lágrimas de la doncella que estaba en la cueva presa, le contó una fábula por ocuparla que no llorase.

"...ya nadie quería navegar a ver a la diosa Venus, que estaba en la ciudad de Paphos, ni tampoco a la isla de Gnido, ni al monte Citerón, donde le solían sacrificar..."

"¡Oh hijo!, yo te ruego por el amor que tienes a tu madre, y por las dulces llagas de tus saetas, y por los sabrosos juegos de tus amores, que tú des cumplida venganza a tu madre: véngala contra la hermosura rebelde y contumaz de esta mujer, y sobre todas las otras cosas has de hacer una, la cual es que esta doncella sea enamorada, de muy ardiente amor, de hombre de poco y bajo estado, al cual la Fortuna no dio dignidad de estado, ni patrimonio, ni salud. Y sea tan bajo que en todo el mundo no halle otro semejante a su misería".

"...vino un manso viento de cierzo, y, como quien extiende las faldas, la tomó en su regazo; así, poco a poco, muy mansamente la llevó por aquel valle abajo y la puso en un prado muy verde y hermoso de flores y hierbas, donde la dejó que parecía que no le había tocado".


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