PRÓLOGO Y ALGUNAS COLUMNAS DE "ESCRITOS DE UN VIEJO INDECENTE" DE CHARLES BUKOWSKI. 1
Prólogo del propio Bukowski en 1969 de "Notes of a dirty old man"
"hace más de un año que empezó John Bryan con su periódico "underground" open city en la habitación delantera de una pequeña casa de dos pisos de alquiler. el periódico se trasladó luego a un apartamento enfrente, luego al distrito comercial de la avenida melrose. pero cuelga una sombra. una sombra inmensa, lúgubre. el tiraje aumenta pero la publicidad no llega como debería. al otro extremo, en la parte mejor de la ciudad está el l. a. free press, ya asentado que se lleva los anuncios. Bryan creó su propio enemigo trabajando primero para el l. a. free press y pasando su tiraje de 16.000 a más del triple. es como organizar el ejército nacional y unirse luego a los revolucionarios. por supuesto, la batalla no es simplemente open city contra free press. Si has leído open city, sabrás que la batalla es más amplia que eso. open city incluye a los grandes tipos, los primeros, y hay algunos muy grandes que bajan por el centro de la calle, ahora, y son unos verdaderos mierdas, además. es más divertido y más peligroso trabajar para open city, que quizás sea el periodicucho más vivo de los estados unidos. pero diversión y peligro no ponen margarina en la tostada ni alimentan al gato. y renuncias a la tostada y acabas comiéndote el gato.
bryan es el tipo de idealista y romántico loco. se fue, o le echaron, se fue y le echaron (corrieron muchos cuentos sobre eso) de su trabajo en el herald examiner por oponerse a que le borraran la polla y los huevos al niño jesús. esto en la portada del número de navidad. "ni siquiera es mi dios, es el suyo", me dijo.
así pues, este extraño romántico idealista, creó open city. "¿qué te parece si nos haces una columna semanal?" preguntó despreocupadamente, rascándose la barbilla pelirroja. en fin, la verdad, pensando en otras columnas y otros columnistas, me parecía un latazo imponente. pero empecé, no con una columna sino con una crítica de papá hemingway, de a. e. hotchner. luego, un día, después de las carreras, me senté y escribí el título, escritos de un viejo indecente, abrí una cerveza, y el texto se hizo solo. no hubo la tensión ni el cuidadoso esculpido con un trocito de cuchilla roma, que hacía falta para escribir algo para the atlantic monthly. no había necesidad en este caso de soltar simplemente un periodismo liso y descuidado. no parecía haber presión alguna. bastaba sentarse junto a la ventana, darle a la cerveza y dejar que saliese. lo que quisiese salir que saliera. y bryan nunca fue problema. yo le entregaba el trabajo (en los primeros tiempos) y él le echaba una ojeada y decía, "vale, de acuerdo". al cabo de un tiempo, simplemente le entregaba los papeles y él los leía; luego se limitaba a meterlos en el cajón y decía, "de acuerdo. ¿qué se cuenta?". ahora ni siquiera dice "de acuerdo". me limito a entregarle el papel y eso es todo. esto me ha ayudado a escribir. piénsalo: libertad absoluta para escribir lo que te dé la gana. lo he pasado bien haciéndolo, y a veces ha resultado también cosa seria; pero tuve la sensación firme, según pasaban las semanas, de que lo que escribía era mejor cada vez. este libro es una selección de unos catorce meses de columnas.
en cuanto a acción, no tiene comparación posible con la poesía. si te aceptan un poema, lo más probable es que salga de dos a cinco años después, y hay un cincuenta por ciento de probabilidades de que nunca aparezca, o de que versos exactos de él aparezcan más tarde, palabra por palabra, en la obra de algún famoso poeta y entonces sabes que el mundo no es gran cosa: esto, por supuesto, no es culpa de la poesía; se debe sólo a que hay mucho mierda intentando publicarla y escribirla. pero con los escritos, me sentaba con una cerveza y le daba a la máquina un viernes o un sábado o un domingo y el miércoles la cosa llegaba a toda la ciudad. recibí cartas de gente que nunca había leído poesía, ni mía ni de ningún otro. la gente venía a mi casa (vinieron demasiados realmente), y llamaban a la puerta y me decían que escritos de un viejo indecente les conectaba. un vagabundo de la carretera se trae a un gitano y a su mujer y hablamos, fantaseamos y bebimos hasta medianoche. una telefonista de newburgh, n. y., me envía dinero. quiere que deje de beber cerveza y coma bien. me dijeron que un loco que se hace llamar "rey arturo" y vive en la calle de los borrachos de Hollywood quiere ayudarme a escribir mi columna. también llamó a mi puerta un médico: "leí su columna y creo que puedo ayudarle. yo era psiquiatra". le eché.
espero que esta selección te sirva. si quieres mandarme dinero, vale. o si quieres odiarme, también vale. si yo fuese el herrero del pueblo no andarías en broma conmigo, pero sólo soy un viejo con algunas historias sucias. que escribe para un periódico que, como yo, podría morir mañana por la mañana.
Todo resulta muy extraño. Piénsalo: si no le hubiesen borrado la polla y los huevos al niño jesús, no estarías leyendo ésto. en fin, que te diviertas.
Charles Bukowski, 1969."
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"algún hijoputa había acaparado todo el dinero, todos decían estar sin blanca, se acababa el juego, yo estaba allí sentado con mi compadre elf, elf estuvo jodido de pequeño, encogido todo, se pasó años tumbado en la cama apretando esas pelotas de goma, haciendo extraños ejercicios, y cuando un buen día salió de aquella cama, era más ancho que alto, una risueña bestia musculosa que quería ser escritor pero escribía demasiado pareado a thomas wolfe y, dreiser aparte, t. wolfe fue el peor escritor norteamericano de todos los tiempos, y bueno, le arreé detrás de la oreja y la botella cayó de la mesa (él había dicho algo con lo que yo no estaba de acuerdo) cuando fue a levantarse yo tenía la botella agarrada, un escocés magnífico, y le aticé en la mandíbula y parte del cuello allí debajo y abajo se fue otra vez, y yo me sentía el amo del mundo, yo estudiaba a dostoievski y escuchaba a mahler en la oscuridad, y, bueno tuve tiempo para beber de la botella, posarla, amagar con la derecha y empalmarle la izquierda justo debajo del cinturón, cayó contra el aparador, como un fardo, se rompió el espejo, hizo ruidos como de película, relampagueó y se hizo añicos y luego elf me atizó en la frente, arriba, y caí hacia atrás sobre una silla y la silla se aplastó como paja, mobiliario barato, y luego me vi yo en el suelo...(tengo manos pequeñas y no tenía muchas ganas de pelea y no le había dejado fuera de combate) y aquel papanatas de tres al cuarto vengativo se me vino encima y recibí más o menos uno por cada tres que aticé, no muy buenos, pero él quería seguir y el mobiliario se desmoronaba por todas partes, con muchísimo ruido y yo estaba deseando que alguien parase aquel maldito asunto: la casera, la policía, dios, cualquiera, pero aquello siguió y siguió y siguió, y luego ya no me acuerdo.
cuando desperté, el sol estaba alto y yo bajo la cama. salí de allí debajo y descubrí que podía aguantar de pie. tenía un gran corte debajo de la barbilla, los nudillos raspados, había tenido resacas peores, y había sitios peores para despertar, ¿como la cárcel? quizás, miré a mi alrededor, había sido real, todo roto, apestando, tirado, derramado (lámparas, sillas, aparador, cama, ceniceros), increíblemente macabro, no había nada delicado allí, no, todo era feo y muerto, bebí un poco de agua y luego pasé al retrete, aún seguía allí: billetes de diez, de veinte, de cinco, el dinero, yo lo había ido metiendo allí cuando entraba a mear durante la partida, y recordé que la pelea había empezado por el dinero, recogí los billetes, los metí en la cartera, coloqué mi maleta de cartón en la cama inclinada y empecé a meter allí mis andrajos: camisas de faena, zapatones con agujeros en las suelas, calcetines sucios endurecidos, arrugados pantalones con perneras que querían reír, un relato sobre un tipo que agarraba ladillas en el palacio de la opera de san francisco y un sobado diccionario de los drugstores thrifty: "palingenesia: recapitulación de estudios ancestrales de la vida y la historia".
el reloj funcionaba, el viejo despertador, dios le bendiga, cuántas veces lo había mirado en mañanas de resaca a las siete y media y había dicho ¿que se joda el trabajo? ¡que se joda el trabajo! en fin, marcaba las cuatro de la tarde, estaba a punto de colocarlo en la maleta para cerrarla y cuando (claro, ¿por qué no?) alguien llamó a la puerta.
¿si?
¿señor bukowski?
¿si? ¿si?
quiero entrar a cambiar las sabanas.
no, hoy no. hoy estoy malo.
oh, cuanto lo siento. pero dejeme entrar y cambiar las sabanas, es un momento luego me iré.
no, no, estoy demasiado enfermo, demasíado. no quiero que me vea usted tal como estoy.
y la cosa siguió y siguió, ella quería cambiar las sábanas, yo decía, no. ella decía, quiero cambiar las sábanas, y dale y dale, aquella casera, aquel pedazo de carne, todo carne, todo gritaba en ella carne carne carne, yo sólo llevaba alli dos semanas, abajo había un bar. venía gente a verme, no estaba yo, y ella decía siempre; "está abajo en el bar, siempre está abajo en el bar", y la gente decía: "pero hombre por dios, ¿qué patrona es ésa que tienes?".
Pues era una mujer blanca, muy grande, y le gustaban aquellos filipinos, aquellos filipinos"
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"no quiero decir que haya que renunciar. estoy a favor del auténtico espíritu humano, esté donde esté, donde se haya escondido, sea lo que sea. pero cuidado con los farsantes que l pintan todo de color de rosa y te dejan en la estacada con cuatro polis feroces y ocho o nueve muchachos de la guardia nacional y sólo tu ombligo por última oración. esos que gritan exigiendo tu sacrificio en los parques públicos suelen ser los que primero se largan en cuanto empieza el tiroteo. quieren vivir y escribir sus memorias.
antes era la cosa religiosa. no la farsa de la iglesia grande, que era un latazo. todos se aburrían, hasta el predicador. sino los sitios pequeños, que eran como tiendas, pintados de blanco. Dios, cómo tiraban de uno. yo entraba borracho y me sentaba allí a mirar. sobre todo cuando me echaban de los bares, para qué ir a casa a torturarse. los mejores tinglados religiosos estaban en Los Angeles. seguían Nueva York y Fildelfia. aquellos predicadores eran unos artistas, amigo. casi me hacían rodar por el suelo también. la mayoria de aquellos predicadores andaban de resaca, con los ojos inyectados en sangre, necesitaban más dinero para poder beber, o puede que incluso para una picada, en fin, cualquiera sabe.
casi a punto estuvieron de hacerme rodar por el suelo y yo estaba frío y bastante cansado. era mejor que una mujer aunque sólo te cazase a medias. quiero dar las gracias a esos chicos, negros la mayoría, por algunas noches entretenidas; creo que si alguna vez escribí poesía en serio, quizás se la robara a ellos, en parte.
pero ahora se esfuma ese juego. dios, sencillamente, no pagaba el alquiler ni aportaba la botella de vino, por mucho que gritaran o ensuciaran sus últimos andrajos rodando por el suelo. dios decía ESPERA y es duro esperar con la tripa vacía y ya el alma no se siente tan bien y quizás no pases ya de los cincuenta y cinco. y la última vez que Dios apareció fue hace ya casi dos mil años y no hizo más que unos cuantos trucos baratos de prestidigitador, dejó que unos cuantos judios la liaran y luego se largó. uno acaba cansado de sufrir. los propios dientes de la propia boca no bastan para matarle a uno ni la misma mismísima mujer en la misma mismísima pequeña habitación.
los liantes religiosos están uniéndose a los liantes revolucionarios y uno ya no puede diferenciar, hermanos, culo de coño. tened en cuenta esto, y tendréis un principio. escuchad muy atentos y tendréis un principio. si os lo tragáis todo, quedaréis liquidados. dios se bajó del árbol, se llevó la serpiente y la tía buena del Edén y ahora tenemos a Carlos Marx tirando manzanas de oro desde el mismo árbol, sobre todo maquillado de negro.
si hay una lucha, y creo que la hay, que la ha habido siempre, y que es la de los van Gogh y los Mahler, la de los Dizzy Gillespie y los Charley Parker, entonces, por favor, tened cuidado con vuestros caudillos, pues hay demasiados individuos en vuestras vidas que preferirían ser presidentes de la General Motors a quemar la gasolinera de la esquina. sólo que como no pueden conseguir una cosa, van por la otra. son las ratas humanas de siempre, que nos han retenido donde estamos. es Dubcek que vuelve de Rusia mediohombre, aterrado por la muerte psíquica. el hombre ha de aprender al fin que es mejor morir mientras le cortan lentamente las bolas que vivir de cualquier otro modo. ¿estupidez?. no más estupidez que el mayor de todos los milagros. pero si estás cogido en la trampa, no olvides nunca qué es lo que estás haciendo, exactamente, o el alma se hundirá. Casanova acostumbraba a meter los dedos, las manos, por debajo de los vestidos de las damas mientras en el patio del rey despedazaban hombres; pero él también murió, y sólo era un tipo de gran polla y gran lengua y sin valor alguno. decir que vivió bien es cierto; y lo es también que yo podría escupir sobre su tumba sin el menor reparo. las señoras suelen irse detrás de los más tontos, por eso la raza humana está donde está hoy: hemos engendrado astutos y sempiternos Casanovas, todos huecos por dentro, como los huevos de Pascua de chocolate que damos a nuestros pobres niños.
el nido de las artes como los nidos de los revolucionarios está lleno de unos insensatos de lo más increíble cubiertos de piojos, que buscando solaz cocacolesco porque ni pueden encontrar trabajo como lavaplatos ni pintar como Cézanne. si el molde no te admite, sólo cabe rezar o trabajar por otro molde nuevo. y si descubres que ese molde no te sirve, ¿por qué no otro entonces? todo el mundo contento, seguro en su camino.
sin embargo, pese a que soy tan viejo, me satisface mucho vivir en esta época segura. EL HOMBRE CORRIENTE SE HA CANSADO YA DE TANTO CUENTO. está ocurriendo en todas partes. Praga. Watts. Hungría. Vietnam. no es el gobierno. es el Hombre contra el gobierno. es el Hombre que no permite ya que le engañen con unas Navidades blancas con la voz de Bing Crosby y unos huevos de Pascua teñidos que hay que esconderles a los chicos que deben TRABAJAR PARA ENCONTRARLOS. de futuros presidentes de Norteamérica cuyos rostros en la pantalla de televisión te hacen salir corriendo al baño para vomitar.
me gusta esta época. me gusta esta sensación. los jóvenes han empezado al fin a pensar. y cada vez son más los jóvenes. pero en cuanto consiguen un ariete de sus sentimientos, perece asesinado. los viejos y los atrincherados están muertos de miedo. saben que la revolución puede llegar a través de las urnas a la manera norteamericana. podemos matarlos sin un tiro. podemos liquidarlos simplemente siendo más reales y humanos y no votando mierdas, pero qué listos son. ¿qué nos ofrecen? Humphrey o Nixon. como dije, mierda fría, mierda caliente, todo es mierda.
lo único que ha impedido que me asesinasen a mí es que soy mierda pequeñita, no tengo ninguna política. observo. no tengo bando, salvo el bando del espíritu humano, que, en fin, parece en el fondo muy superficial, cuento de charlatán, pero que significa sobre todo mi espíritu, que significa el tuyo también, porque si no estoy de veras vivo ¿cómo podré verte?.
sí amigo, me gustaría ver un buen par de zapatos en todo hombre que anda por la calle y ver que todos se consiguen una buena tía y que, además, pueden llenarse el buche de comida. dios, eché mi último polvo en 1966 y llevo meneándomela desde entonces. y, ay, no hay paja comparable al agujero de la maravilla.
son duros estos tiempos, hermano, y no sé exactamente qué decirte. soy blanco, pero he tenido que llegar a admitir (no confiéis demasiado en la capa de pintura) que los blancos son blandos y a mí tampoco me gusta la mierda blanda. pero he visto que muchos de vosotros, negros, sois capaces también de hacerme ir vomitando de Venice Este a Miami Beach. no tiene piel el Alma, el alma tiene sólo entrañas que quieren CANTAR, por fin, ¿es que no oís, hermanos? muy suave, ¿no oís, hermanos? una buena tía y un cadillac nuevo no resolverían nada. Popeye estará al quite, y tu próximo presidente será Nixon. Cristo se escurrió de la Cruz y ahora estamos clavados nosotros en esa cabrona, blancos y negros, negros y blancos, todos bien clavados.
nuestra elección casi no es elección. si vamos muy deprisa estamos listos. si no vamos deprisa estamos liquidados. éste no es nuestro juego. ¿cómo cagar con dos mil metros de corcho cristiano metidos por el culo?.
para aprender, no leas a Carlos Marx. es mierda ya muy seca. aprende, por favor, el espíritu. Marx es sólo tanques cruzando Praga. no te dejes cazar así, por favor. en primer lugar, lee a Céline. el mejor escritor en dos mil años. incluye, por supuesto, EL EXTRANJERO de Camus. CRIMEN Y CASTIGO. LOS HERMANOS. Kafka entero. todas las obras del escritor desconocido John Fante. los cuentos cortos de Turgueniev. evita a Faulkner, Shakespeare y sobre todo a George Bernand Shaw, la fantasía más pomposa de todos los TIEMPOS, una auténtica mierda con conexiones políticas y literarias de lo más increíble. el único más joven que se me ocurre con carretera pavimentada delante y beso en el culo si hace falta fue Hemingway, pero la diferencia entre Hemingway y Shaw es que Hem escribió algunas cosas buenas al principio y Shaw escribió siempre mierda.
en fin, aquí estamos mezclando Revolución y Literatura y las dos ajustan. ajusta todo de una manera u otra. pero ya me he cansado, lo dejo hasta mañana.
¿estará el Hombre esperando a mi puerta?
¿a quién le importa?
ojalá que con esto se te derrame el té."
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"¿es así como termina todo? ¿Muerte que entra por la nariz en Todas Partes? qué barato. qué plagio. qué brutal... una hamburguesa cruda que apesta olvidada en el horno.
vomitó por encima del pecho, demasiado enfermo para moverse.
nunca mezcles pastillas y whisky. no era ninguna broma, amigo.
podía sentir el alma flotar allí fuera desde abajo, desde su cuerpo. podía sentirla allí colgando como un gato, los pies clavados en los muelles.
¡vuelve cabrona! le dijo.
pero su alma soltó una carcajada. me has tratado demasiado mal durante demasiado tiempo, amigo. tienes lo que mereces.
eran más o menos las tres de la mañana.
en su caso, no era la muerte lo importante. en su caso, lo importante eran las partes sueltas y sin resolver que se dejaba: una niña de cuatro años en algún campamento hippy de Arizona. calzoncillos y calcetines tirados por el suelo. platos por el suelo. un coche sin pagar, facturas del gas, facturas de la luz, facturas del teléfono, y partes suyas abandonadas por casi todos los estados de la Unión. partes suyas dejadas en coños sin lavar de tantas putas. partes suyas dejadas en astas de banderas y salidas de incendios, en solares vacíos, en cursos para la comunión de la Iglesia Católica, en celdas carcelarias, barcos; partes suyas tiradas en vendas y tiritas por las alcantarillas. partes suyas dejadas en los despertadores que se tiran, en zapatos tirados, en mujeres tiradas, en amigos tirados...
era tan triste, tanto, tan tristísimo, ¿quién podía disipar la tristeza, dadas las circunstancias? no podía nadie, no. no había manera. nadie podía hacerlo ni nunca lo había hecho. sólo cabía intentarlo y ponerse más triste que la tristeza misma porque no había camino que te llevara a casa.
de nuevo vomitó, luego se quedó quieto. oía chillar los grillos. grillos en Hollywood. en el Bulevar Sunset. los saludables grillos: no tenía más que aquello.
todo acabó, Dios mío, se decía.
se acabó, hermano, sí, dijo su alma.
pero quiero ver otra vez a mi hijita, le dijo él a su alma.
¿tu hijita otra vez? ¡qué artista eres tú! ¡no eres un hombre! ¡eres blando!.
soy blando, contestó a su alma, tienes razón, soy blando, sí.
había agotado ya todas las curas. no servía la cerveza. ni el agua siquiera. ni pastillas, ni pico ni hasch ni yerba ni amor ni sonido (sólo grillos) ni siquiera esperanza (sólo grillos) ni siquiera una cerilla para prender fuego a aquel sitio de mierda.
entonces se puso peor.
empezó a sonar en su cabeza una y otra vez la misma melodía:
- harías mejor cuidando tu negocio, Mister Business.
"mientras puedas aún..."
y eso era. la misma melodía una vez y otra y otra y otra:
-harías mejor cuidando tu negocio, Mister Business.
"mientras puedas aún..."
-harías mejor cuidando...
-harías mejor...
-harías...
con un esfuerzo extraído sólo de la locura de espacio (¿quién puede disipar la tristeza? no puede nadie). se incorporó y encendió la lamparita de arriba, que era por entonces sólo una bombilla, pues la pantalla se había roto hacía mucho (¿quién puede disipar la tristeza?) y cogió una postal sacada del buzón unos días antes, y la postal decía:
"Querido: te felicitamos empapados en cerveza alemana y Schnapps, en cristal de colores, esperando..."
el texto se disolvía en el garrapateo torpe y zafio de los muchachos ricos que viven sin problemas y sin necesidad de un excesivo ingenio o de coraje.
decía algo de salir para Inglaterra al día siguiente. los poemas llegan lentamente. demasiada grasa, pocas visitas. demasiado tener colgando el mundo de la punta del pijo.
"te consideramos el mejor poeta desde Eliot."
luego la firma del profesor y la de su alumno favorito.
¿sólo desde Eliot? poca cosa era. él les había enseñado a aquellos cabrones a escribir poesía viva y transparente y ahora ellos se dedicaban a recorrer alegremente Europa mientras él se moría solo en una miserable habitación de Hollywood.
-harías mejor cuidando tu negocio, Mister Business.
"mientras puedas aún..."
tiró la postal aquella al suelo. no importaba. si pudiese al menos sentir una buena y reconfortante piedad de sí mismo, o sentir una cólera leve o cierto anhelo mierdoso de venganza, podría salvarse aún. pero lo tenía todo seco por dentro. estaba ya seco y era un imbécil y llevaba siéndolo ya mucho.
hacía unos dos años que los profesores habían empezado a llamar a la puerta, intentando descubrir el origen de aquello. y no había qué decirles: los profesores eran todos iguales. buena facha y más bien relajados de un modo femenino, largas piernas, grandes ojos de vista panorámica, y, en realidad, bastante tontos, por lo que sus visitas no le divertían nada. en el fondo, eran sólo los nobles cabezones de una estructura en cambio, que, como el tonto aquél de la confitería, se negaban a ver que ardían y se desmoronaban las paredes. su caramelo era la inteligencia.
el aferrarse al intelecto, el aferrarse al intelecto, el aferrarse...
-harías mejor cuidando tu negocio, Mister Business.
"mientras puedas aún..."
y Dios, sí, él era blando. los poemas eran todos muy duros; había jugado al duro siempre, pero era un blando. en realidad todo el mundo era blando...el duro estaba allí sólo para cubrir al blando. qué trampa ridícula y estúpida.
sintió necesidad de salir de la cama. le costó. vomitó por todo el pasillo. las arcadas sacaron pulpa verdeamarilla y algo de sangre. sintió calor primero, después escalofríos; nuevos escalofríos, luego calor. las piernas como patas gomosas de elefante. flup. flup. flup... y mira (hizo un guiño a alguien que estaba en algún sitio): el quejumbroso y aterrado Ojo de Confucio sobre su último trago.
disipa la tristeza.
entró en la habitación exterior pensando....
es una suerte tener esta habitación exterior, incluso ahora...
-eh, Mister Business.
probó sentarse en una silla, falló, cayó de rabadilla al suelo, se echó a reír, luego miró el teléfono.
así es como termina el Solitario: muriendo solo. agonizando solo.
un Solitario debe prepararse antes.
todos esos poemas de nada servirán. esas mujeres que jodí, de nada servirán. y las que no jodí, desde luego, de nada servirán. necesito que alguien disipe esta tristeza. que alguien diga comprendo, amigo, ahora asúmelo y muere.
miró al teléfono, y pensó y pensó y penso, pensaba a quién podría llamar capaz de disiparle la tristeza, de decir simplemente lo justo, y recorrió los pocos conocidos de los muchos millones que existían...los recorrió uno a uno, los pocos conocidos, muy consciente además de haberse adelantado, no era la hora adecuada para morir, no era correcto, y todos pensarían que estaba haciendo el tonto o que estaba fingiendo o llorándola o loco, y no podría odiarles por hacerlo, no podría reprochárselo: todos estaban encerrados, masturbados, troceados, y cada uno en su propia celdita, eh, Mister Business...
¡hijo de la gran puta!
quien hubiese inventado aquel juego había conseguido una perfecta obra maestra. llámale Dios. se merecía un tiro entre los ojos. pero nunca asomaba la cara para que no pudieses apuntarle. el Tiempo de los Asesinos había olvidado al Mayor de Todos. en otros tiempos casi enganchan al Hijo. pero él se escabulló y aún tenemos que seguir tambaleándonos sobre un resbaladizo suelo de baldosas. el Espíritu Santo nunca se presentó; estaba meneándosela. el más listo de todos.
con que pudiese hablar con mi hijita por teléfono, moriría feliz, pensó.
su alma salió del dormitorio con una lata de cerveza, una lata vacía.
-ay, eres un blandengue, blandengue, blandengue. ¡jódete! tu hijita está en un campamento hippy mientras su madre anda tocándoles los huevos a los tontos. ¡acéptalo, Solitario cagaina!
-...¡necesitas amor, necesitas amor, y al final te alcanzará el amor, amigo mío!
¿me alcanzará al Final? Muerte Grande y Severa, sí.
se echó a reír. luego paró. volvió a arrojar. más sangre ahora. sangre más que nada.
se olvidó del teléfono. volvió al sofá.-...necesitas amor, necesitas amor...bueno, pues menos mal, pensó, cambiaron ya de disco. la agonía no llegaba tan fácil como él había pensado. sangre, sangre por todas partes, las persianas bajadas. la gente preparándose para ir a trabajar. de pronto, al darse la vuelta, le pareció ver en la estantería todos sus libros de poemas y se dio cuenta entonces, entonces se dio cuenta, de que había fracasado, ni siquiera hasta Eliot, ni siquiera hasta ayer por la mañana, se disiparía, era sólo un mono más que caía del árbol a la boca del tigre, y resultaba triste un momento, pero sólo un momento.
daba igual, daba igual disipar la tristeza. Satchmo, vete a casa. Shostakovitch, que estás en tu Quinta, olvídalo. Peter III. Cobarde, porque te casaste con una soprano chiflada con patas de gallo, y lesbiana, cuando ni siquiera eras un hombre, olvídalo. a todos nos ha tentado el juego y todos fracasamos como mamones, y como artistas, y como pintores, y como médicos y como chulos, y como boinas verdes, y como lavaplatos, y como dentistas, y como trapecistas y como recolectores de peras. cada hombre está clavado en su cruz especial. disipa la tristeza.
-necesitas amor, necesitas amor...luego se levantó y subió las persianas. las malditas persianas, podridas todas. se desmoronaron al tocarlas, se deshicieron, lanzaron un chorro perruno de sonido y cayeron al suelo.
y el maldito sol estaba podrido. traía las mismas flores viejas, las mismas chicas viejas de todas partes.
miró a la gente que se iba a trabajar. no aprendió más de lo que siempre había sabido.
la inseguridad del saber era lo mismo que la seguridad del no saber.
ninguna era mejor, nada valían.
se estiró en el sofá del casero. su sofá, de momento.
y después de tanto follón, no pasó nada.
murió."
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"el sastrecillo estaba muy contento. sentado allí, cosiendo. fue cuando la mujer llegó allí a la puerta y llamó al timbre cuando se inquietó. "crema agria, tengo crema agria para vender", dijo ella. "lárgate, apestas", dijo él, "¡no quiero tu crema de mierda!" "¡eeeh!", dijo ella, "¡aquí huele a demonios! ¿por qué no saca la basura?" y se marchó corriendo. y entonces el sastre recordó aquellos tres cadáveres. uno estaba en la cocina, tumbado allí en el suelo, frente al fogón. otro estaba de pie, colgado por el cuello en el armario, rígido, de pie allí. y el otro en la bañera, sentado, tieso, bueno, no exactamente tieso, porque podía verse la cabeza justo asomando por el borde. estaban empezando a aparecer las moscas y eso no le gustaba. las moscas parecían muy contentas con aquellos cadáveres, se emborrachaban con aquellos cadáveres, y si las espantaba se enfadaban muchísimo. nunca había oído zumbar a las moscas con tanta rabia. le atacaban, le picaban incluso, y, en fin, las dejó en paz.
se sentó otra vez a coser y volvió a sonar el timbre. parece que no me van a dejar coser, pensó.
era Harry, su compadre.
-hola, Harry.
-hola, Jack.
Harry entró.
-¿qué peste es ésta?
-cadáveres.
-¿cadáveres? ¿bromeas?
-no, echa un vistazo.
Harry los encontró con la nariz. encontró el de la cocina, luego el del armario, luego el de la bañera.
-¿por qué los mataste? ¿te volviste loco? ¿qué vas a hacer? ¿por qué no ocultas los cuerpos, te libras de ellos? ¿estás loco? ¿por qué los mataste? ¿por qué no llamas a la policía? ¿has perdido el juicio? ¡dios mío, qué PESTE! ¡oye, amigo, no te me ACERQUES! ¿qué vas a hacer? ¿qué va a pasar ahora? ¡ARRG! ¡QUÉ PESTE! ¡ME VOY A PONER MALO!
Jack seguía cosiendo. él cosía y cosía y cosía. como si intentase ocultar algo.
-Jack, voy a llamar a la policía.
Harry fue hacia el teléfono pero se sintió mal. entró en el baño y vomitó en el cagadero con la cabeza del cadáver de la bañera asomando en el borde.
salió, cogió el teléfono, descubrió que quitando el micrófono podía meter el pene en aquel chisme. metió y sacó y estaba bien. muy bien. pronto completó el acto, colgó el teléfono, subió la cremallera, se sentó frente a Jack.
-Jack, ¿estás loco?
-Becky dice que ella cree que estoy loco. me amenaza con encerrarme.
Becky era la hija de Jack.
-¿sabe lo de esos cadáveres?
-todavía no. anda de viaje, por Nueva York. es jefa de sección de uno de esos grandes almacenes. se consiguió un buen puesto. estoy orgulloso de esa chica.
-¿lo sabe María?
María era la mujer de Jack.
-María no lo sabe. ya no aparece por aquí. desde que consiguió el trabajo de la panadería se cree que es alguien. vive con otra. a veces pienso que se ha vuelto lesbiana.
-bueno, mira, yo no puedo llamar a la policía por tí. eres amigo mío. tendrás que arreglar esto solo. pero, ¿te importa decirme por qué los mataste?
-no me gustaban.
-pero no puedes andar por ahí matando a la gente que no te gusta.
-es que no me gustaban nada.
-¿Jack?
-¿eh?
-¿quieres usar el teléfono?
-si no te importa.
-el teléfono es tuyo, Jack.
Jack se levantó y se bajó la cremallera. metió el pene en el teléfono. metió y sacó y estaba bien. completó el acto. subió la cremallera. se sentó y empezó a coser otra vez. luego sonó el teléfono. volvió al teléfono.
-¡ah, hola, Becky! ¡cuánto me alegra que llamaras! estoy perfectamente. ah sí, es que le sacamos una pieza al teléfono, es por eso. Harry y yo. es que está aquí Harry ahora. ¿Harry es qué? ¿de veras piensas eso? yo creo que es buen chico. nada. sólo cosiendo. Harry está sentado aquí conmigo. una tarde algo oscura. realmente sombría si te fijas. no hay nada de sol. pasa gente por la ventana, unas caras tan feas. sí, estoy perfectamente. me siento muy bien. no, aún no. pero tengo una langosta congelada en la nevera. me gusta mucho la langosta. no, no la he visto. ahora se cree muy importante. sí, se lo diré. no te preocupes. adiós, Becky.
Jack colgó y volvió a sentarse, se puso a coser otra vez.
-sabes -dijo Harry- eso me recuerda cuando yo era joven...¡estas malditas moscas! ¡yo no estoy MUERTO!...pues sí, de joven trabajé en esto, sí, yo y aquel otro chico. lavábamos cadáveres. de vez en cuando, caía alguna mujer que estaba buena. y entré un día y allí estaba Mickey, el otro muchacho, encima de una. "¡Mickey!" le dije, "¿qué estás HACIENDO? ¡NO TE DA VERGÜENZA!" pero él me miró de reojo y siguió dándole. cuando bajó, me dijo, "Harry, me he tirado por lo menos a una docena. ¡es cojonudo! ¡prueba! ¡verás!" "¡oh, no!", le dije, una vez que estaba lavando a una que estaba realmente buena, anduve metiéndole el dedo. pero nunca pude pasar de eso.
Jack seguía cosiendo.
-¿crees que tú habrías probado con una, Jack?
-¡demonios yo que sé, cómo voy a saberlo!
siguió cosiendo. luego dijo:
-oye, Harry, he tenido una semana muy dura. quiero comer algo y dormir un poco. tengo una langosta. pero ya sabes lo raro que soy. me gusta comer solo. no me gusta comer delante de la gente. así que....
-¿qué? ¿ya quieres que me vaya? te veo un poco raro. bueno, está bien, me voy.
Harry se levantó.
-no marches enfadado, Harry. seguimos siendo amigos. dejemos así las cosas. llevamos mucho tiempo de amistad.
-claro, desde el treinta y tres. ¡qué tiempos aquellos! Roosevelt. la RNA. la WPA. pero lo conseguimos. estos chavales de ahora no saben nada.
-desde luego que no.
-bueno, hasta luego, Jack.
-adiós, Harry.
Jack acompañó a Harry hasta la puerta, abrió la puerta, le vio marchar. los mismos viejos pantalones andrajosos. siempre vestía como un pordiosero.
luego Jack entró en la cocina, sacó la langosta del congelador, leyó las instrucciones. siempre aquellas jodidas instrucciones. luego vio aquel cadáver que había junto al fogón. tenía que quitarlo. la sangre se había secado debajo hacía ya mucho. la sangre hacía ya mucho que se había endurecido en el suelo. el sol salió pr fin de detrás de una nube y era el final ya de la tarde, casi el oscurecer y el cielo se hizo rosa y parte de aquel rosa entró por la ventana. casi podía vérsele entrar, muy poco a poco, como la gigantesca antena de un caracol. el cadáver estaba bocabajo, la cara vuelta hacia el fogón con el brazo izquierdo doblado debajo del cuerpo. la mano abierta y vuelta hacia arriba justo apuntando hacia el costado izquierdo. la antena rosada del caracol iluminó la mano, volvió la mano rosa. Jack se fijó en la mano, tan rosa, qué aire tan inocente. sólo una mano, una mano rosa entregada a sí misma. como una flor. por un momento, Jack pensó que se había movido. no, no se había movido. era una mano rosa, sólo una mano, una mano inocente. Jack estuvo allí un rato, de pie, mirando aquella mano. luego se sentó con la langosta. miró la mano. luego empezó a llorar. dejó la langosta y apoyó la cabeza entre los brazos, allí en la mesa, y se puso a llorar. lloró un buen rato. lloró como una mujer. lloró como un niño. lloró como suele llorarse, luego se fue a la otra habitación, cogió el teléfono.
-telefonista, la comisaría de policía. sí, ya sé que suena raro. le falta una pieza. póngame con la comisaría. sí, por favor.
luego esperó.
-¿sí? bueno, escuche, yo maté a un hombre. ¡tres hombres! ¡en serio, sí! en serio. quiero que vengan a cogerme. y traigan una furgoneta para los cadáveres. estoy loco. he perdido el juicio. no sé cómo pasó. ¿qué?
Jack dio la dirección.
-¿qué? eso es porque falta la pieza del micrófono. fui yo. jodí el teléfono.
el hombre seguía hablando, pero Jack le colgó.
y volvió a la cocina, se sentó a aquella mesa y volvió a apoyar la cabeza en los brazos. ya no lloraba. sólo era estar sentado allí con aquel sol, que no era rosa ya; y se fue el sol y estaba oscureciendo, y entonces pensó en Becky, luego pensó en matarse y luego ya no pensó en nada. la langosta sudafricana estaba allí junto a su codo izquierdo, empaquetada. nunca llegó a comerla."
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