FRAGMENTOS DE "ELOGIO DE LA LOCURA" DE ERASMO DE ROTTERDAM.
HABLA LA LOCURA
I
"Hable de mí como quiera el común de los mortales, pues no ignoro lo mal que se habla de la Estulticia, incluso entre los más estultos, pero yo soy la única, sí, la única -digo- que, cuando quiero, lleno de regocijo a dioses y a hombres. [...]"
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II
"[...] Me gustaría hacer un poco el papel de sofista ante vosotros... La ocupación de estos consistía en celebrar de modo encomiástico las alabanzas de los dioses y de los héroes. De modo, que vais a escuchar un encomio; pero no el de Hércules o de Solón, sino el de mí misma, es decir de la Necedad."
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III
"No tengo por sabios a esos que consideran que el alabarse a sí mismo sea la mayor de las tonterías y de las inconveniencias. Podrá ser necio si así lo quieren, pero habrán de confesar que es también oportuno. ¿Hay cosa que más cuadre sino que la misma Estulticia sea trompetera de sus alabanzas y cantora de sí? ¿Quién podrá describirme mejor que yo? A no ser que por acaso me conozca alguien mejor que yo misma. Sin embargo, me creo mucho más modesta que esta tropa de magnates y sabios que, trastrocado el pudor, suelen sobornar a un retórico halagador o a un poeta vanilocuo y le ponen sueldo para escucharle recitar sus alabanzas, que no son sino mentiras. El elogiado, aun fingiendo rubor, hace la rueda y yergue la cresta, como el pavo real, mientras el desvergonzado adulador equipara con los dioses a aquel hombre de nada y le presenta como absoluto ejemplar de toda virtud, aun sabiendo que dista mucho de cualquiera de ellas, que está vistiendo a la corneja de ajenas plumas, blanqueando a un etíope o haciendo de una mosca elefante. En resumen, me atengo a aquel viejo proverbio del vulgo que dice que «hace bien en alabarse a sí mismo quien no encuentra a otro que lo haga».
Sin embargo, declaro que me asombra la ingratitud o la indiferencia de los mortales, pues aunque todos me festejen celosamente y reconozcan de buen grado mi bondad, jamás ha habido ninguno en tantos siglos que haya celebrado las glorias de la Estulticia en un agradable discurso, al paso que no han faltado quienes, a costa del aceite y del sueño, hayan importunado con relamidos elogios a los Busiris, a los Falaris, las fiebres cuartanas, las moscas, la calvicie y otras pestes semejantes.
Vais, pues a escuchar de mí discurso que será tanto más sincero cuanto es improvisado y repentino".
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IV
"[...] En definitiva, soy yo, como veis, aquella dispensadora de bienes, a quien los latinos llaman Stultitia y los griegos Moría."
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IX
Séquito de la Estulticia
"Desde luego, ésa que podéis observar con las cejas enarcadas es Amor Propio. Ésta que veis con ojos que parecen sonreír y con manos dedicadas al aplauso, tiene por nombre Adulación. Ésta, ensoñada y parecida a un durmiente, se llama Olvido. Ésta, que se apoya en sus dos codos y tiene las manos cruzadas, se llama Pereza. Ésta, coronada con una guirnalda de rosas y llena de ungüentos por todas partes, es la Voluptuosidad. Ésta, de ojos huidizos y que dirigen su mirada extraviada de un lugar a otro, es Demencia. Ésta, la de límpido cutis y de cuerpo bien cuidado, tiene el nombre de Molicie. Podéis contemplar también a dos dioses, mezclados con las ninfas; a uno de ellos, lo llaman Festíny, al otro, Sueño Dormilón. Gracias a la fiel ayuda de este grupo de servidores -os lo puedo decir-, tengo sujeto a mi poder todo cuanto existe e incluso ejerzo mi imperio sobre los propios emperadores".
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XLII
"Por ende, si el más torpe es el más satisfecho de sí y el rodeado de mayor admiración, ¿quién preferirá la verdadera sabiduría, que cuesta tanto trabajo adquirir, que vuelve luego más vergonzoso y más tímido, y que, en suma, complace a mucha menos gente?".
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LIII
"¿Es admisible la proposición que dice: Pater Deus odit Filium?; ¿Habría podido tomar Dios la forma de mujer, de diablo, de asno, de calabaza o de guijarro?".
LV
"[...] Hace tiempo que tengo deseos de tocar un poco el tema de los reyes y de los personajes cortesanos, que me veneran sin fingimientos y libremente, como corresponde a hombres libres. Si éstos tuvieran por lo menos media onza de buen juicio, ¿qué habría más triste que su vida, ni tan detestable? [...] El que tome el timón del Estado, conviene que administre los públicos asuntos, no los suyos privados, y que no piense en nada que no sea para la utilidad general; que de las leyes, de las que él es autor y ejecutor, no se aparte ni el ancho de un dedo. [...] Estas reflexiones, digo yo, y otras muchas del mismo género, si se las planteara el gobernante -y se las plantearía, si tuviese buen juicio-, no podría ni conciliar el sueño, ni comer a gusto, según me parece. Pero actualmente, gracias a mi obsequiosidad, dejan todas estas preocupaciones en manos de los dioses; se dan buena vida y no consienten en oír a nadie que no haya aprendido a decir cosas agradables, no sea que se suscite en su ánimo alguna inquietud. [...]".
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LXVIII
"[...] Veo que estáis esperando un epílogo, pero andáis muy errados si realmente pensáis que aún ahora me acuerdo de lo que he dicho, luego de soltar tanto fárrago de palabras. Hay aquel antiguo adagio: "detesto al comensal que tiene buena memoria". Yo os diré otro nuevo: "detesto al oyente que tiene buena memoria". Así que vosotros pasadlo bien, aplaudid, vivid, bebed, ¡oh, renombrados adeptos de la Estolidez!
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El mejor fragmento a mi criterio:
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