LA CANCIÓN DEL CORNUDO
ya te aviso desde el comienzo
que no era mi intención.
No quiero convertir nada en poesía.
Lo sé todo de ella
pero eso ahora no importa.
Esto es algo entre tú y yo.
Personalmente, me importa un carajo
quién llevó a quién:
de hecho, me pregunto si algo me importa en verdad.
Pero se supone que un hombre debe decir algo.
En cualquier caso: la ahogaste en cerveza,
te la llevaste a tu cuarto, pusiste los discos apropiados,
y en una hora o dos todo acabó.
Lo sé todo de la pasión y el honor
pero por desgracia aquí no pintan nada:
ah sí, hubo pasión, ya me imagino
e incluso un poco de honor,
pero lo importante era ponerle los cuernos a Leonard Cohen.
Joder, ya que estamos, puedo decírselo también a ella.
No me queda tiempo para escribir más.
Debo rezar.
Debo esperar junto a la ventana.
Lo repito: lo importante era ponerle los cuernos a Leonard
Cohen.
Me gusta esa línea porque incluye mi nombre.
Lo que realmente me pone enfermo
es que todo sigue como antes:
todavía soy una especie de amigo,
todavía soy una especie de amante.
Pero no por mucho tiempo.
Por eso os aviso.
De hecho, me estoy transformando en oro.
Es un proceso largo, dicen,
ocurre por etapas.
Esto es para informaros
que ya me he transformado en piedra.
Leonard Cohen.
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