CARTA DE DIOS AL HOMBRE
Estimado y temido Hombre Todopoderoso:
Me dirijo a usted para hacerle llegar un ruego que espero pueda ser atendido por su parte. Seguramente habrá usted oído hablar de mí, soy dios, ese ser que los suyos crearon hace muchos, muchísimos años, cuando todavía su especie apenas si se distinguía del resto de los animales. Cuando el desconocimiento, el temor, el deseo de protección y la ignorancia les hacía tan vulnerables como cualquier otro animal.
Me crearon ustedes a su imagen y semejanza, adornado con todos sus defectos y virtudes, en aquellos tiempos primitivos era hasta divertido ser dios, mejor dicho ser dioses, porque eran demasiadas sus necesidades como para crear un solo dios.
Me crearon, pero me crearon esclavo de sus creencias y sus necesidades. Me imaginaron bajo distintas formas y atributos. Cada nuevo creyente me ataba, y me sigue atando, con sus cadenas exigiendo de mí que le ayude a paliar su dolor y su ignorancia.
Me crearon, nos crearon cuando todavía no comprendían el mundo que les rodea y las leyes que lo rigen. Cuando iganoraban que podían existir leyes que rigen el mundo y el universo. Por eso me crearon, nos crearon tan disparatados, nos crearon con arreglo a sus propias fantasías y temores. Tan disparatado como sólo la mente de un niño puede crear un ser inventado para que le ayude. Mi historia Señor es muy triste, es la historia de un ser creado para paliar sus temores, sus ambiciones, su ignorancia y sus enfermedades. Desde el primer momento se me utilizó como justificación de todos los desmanes y egoísmos propios de su especie. Se me utilizó para justificar sus enfrentamientos, para justificar el poder que algunos hombres se atribuían, para que unos hombres dominaran a otros, para imponer sus normas y sus creencias diciendo que procedían de mí. Para que unos hombres se proclamaran portavoces de mi voluntad descalificando, en mi nombre, a todos aquellos que no creían en sus palabras.
Desde el primer momento ustedes crearon guerras entre nosotros para justificar sus intereses. Nos utilizaron para justificar sus deseos de conquista, para vencer al contrario, para someterlo. Nos utilizaron para justificar la inmensidad de muertos, heridos, torturados que esas guerras generaron y generan.
Nos utilizaron para justificar sus odios, su voracidad, sus deseos de venganza. No creo que haya maldad en que ustedes no hayan invocado mi nombre. Creo Hombre, que no ha habido ocasión en su historia personal y colectiva donde no se hayan invocado mi nombre, o nuestros nombres, para defender sus intereses manifiestos y ocultos.
En mi nombre, en nuestro nombre se han cometido y se siguen cometiendo infinidad de matanzas, crímenes y tropelías que no tienen más justificación que sus propios intereses.
Bajo la apariencia de seres infinitamente poderosos no somos más que esclavos de sus creencias, esclavos nos crearon y esclavos seguimos, y así seguiremos mientras no nos liberen de esas cadenas que a ustedes les parecen tan justas, creyendo que nos alaban y que nos gustan.
Son las mismas cadenas con que los poderosos de su especie les atan a ustedes cuando dicen que interpretan nuestra voluntad, nuestras palabras y nuestros deseos.
Su especie, Hombre, ha avanzado mucho, no tanto como debiera porque en nuestro nombre también se ha procurado detener el avance de su especie, se han forjado mentiras inmensas, espantosas falsedades destinadas a detener su avance, se han matado y destruído a aquellos hombres y obras que abrían brechas en las murallas de la ignorancia.
Pese a todo ha avanzado lo suficiente para que ya no necesite creer en seres mágicos creados por su imaginación hace mucho, muchísimo tiempo. Pese a todo hoy sabe que el mundo, el universo se rige por leyes, no por mi voluntad, no por nuestra voluntad.
Todavía les falta por descubrir las muchas leyes que permanecen ocultas, pero sí saben que esas leyes existen, aunque aún no las conozcan. Ya no tienen necesidad de nosotros, ya no tienen necesidad de seres mágicos que guíen sus pasos en la oscuridad y en la ignorancia.
Tomen en sus manos las riendas de su destino, averigüen las leyes que rigen todo y déjenme, déjennos descansar en paz. No me usen para justificar sus ambiciones, sus deseos, sus intereses, sus desmanes o sus atrocidades.
Por eso Hombre Todopoderoso te dirijo esta carta rogándote que me liberes de tus cadenas, de tus creencias, de tu ignorancia y de tus miedos. Cada vez que sientas la tentación de creer en mí pregúntate quién ha creado a quién, si dios al hombre, o el hombre a dios.
Por eso Señor, Hombre Todopoderoso, te lo ruego, libérame de la esclavitud a que me tienes sometido, deja que me disuelva en la nada de la que un día me creaste, nos creaste, a tu imagen y semejanza.
Isaac Asimov.
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